Night hunting -Blaine-

La noche había caído hacía varias horas sobre el pequeño pueblo de Lima Ohio, la luna brillaba en lo alto, aunque su luz no era suficiente para iluminar las calles envueltas en penumbras, en las cuales parecía no haber ni un alma.

O por lo menos así lo parecía hasta que aquel hombre apareció. Era alto, de complexión media. vestía como el típico oficinista, un hombrecillo por el que no valdría la pena preocuparse. El sujeto caminaba atravesando la acera para llegar a la otra y así poder virar en la esquina más cercana.

Miraba hacia atrás, parecía nervioso, estaba seguro de que lo seguían. Volvió a mirar hacia el frente y aceleró el paso, dispuesto a perder a quien o quienes trataran de alcanzarle. En eso, la tensión lo traicionó, le parecía escuchar ruidos por todos lados. El hombre echó a correr, incluso perdiendo el portafolios que traía bajo el brazo en el fragor de la carrera.

Dio vuelta en otra esquina y siguió corriendo, deseando perderse en la oscuridad de la noche. Las piernas le dolían, amenazaban con no soportar más la alocada carrera contra sus nervios que había comenzado, pero no podía detenerse, ahora no cabía duda, lo seguían, escuchaba el ruido detrás de él y ese pesado aroma de azufre que tantas veces había notado cuando aquella chica se le había aparecido en ocasiones anteriores.

Sí, ¿quién lo diría? ¡Huía de una chica! Desde que le detectaron aquella aneurisma la chica había aparecido de la nada, de repente, ofreciéndole sanar a cambio de darle lo que ella quisiera en cuanto lo pidiera. Era una oferta tentadora, ¿porque no aceptar? Y así lo había hecho, había dado su palabra de darle lo que quisiera a cambio de vivir, eso había ocurrido hace más de cinco años.

Cinco años que había vivido feliz. Se había enamorado, se había casado, y ahora su esposa estaba a punto de darle un hijo. Y era justo ahora que se hallaba tan feliz que esa chica volvía a cobrar lo acordado. ¡Oh! No quería nada que no pudiera dar, tan solo quería su alma, eso era todo. Debía morir y entregarsela ya.

En ese momento comenzó a rezar, provocando que la chica se alejara, así había comprado unos días más de vida. Después ella reapareció y él repitió la formula, así siempre que sentía el aroma a azufre, siempre rezaba con fervor y ella parecía desaparecer.

Pero eso ya no estaba funcionando. Pudo sentirla, acechando, siguiéndolo todo el día. La tensión le hizo presa y no pudo concentrarse más en el trabajo, al grado que tras varios errores tuvo que decir que se hallaba enfermo, consiguiendo así salir temprano a casa.

Quería ocultarse, quería huir... aunque ella no se lo permitiría.

Y no lo haría, ahora ya le estaba dando alcance. El hombre calló a mitad de la calle y se hizo un ovillo sobre el piso. Comenzó a rezar con todas sus fuerzas, pero parecía en balde, aun podía escuchar el ruido de algo enorme galopando en el aire y el aroma a azufre invadiendo sus sentidos.

Venía por él... ahora sí no había salida... ¿Acaso Dios lo había abandonado?

Kurt había recibido la asignación de buscar a esa chica. Un demonio de alta jerarquía, de los que solían reconocer por sus ojos amarillos y que practicaban esa clase de tratos con los humanos, sacándoles el alma en el mejor de los casos u otros favores según sus necesidades. Había seguido a la víctima de esta entidad durante todo el día y había sentido la presencia de la chica demonio durante el mismo periodo de tiempo, pero esta, astutamente, no se había manifestado aún. Parecía esperar el momento más oportuno para hacerlo y así poder llevarse el alma de aquel pobre hombre evadiendo la intervención del ángel.

Así que ese era el juego que había que jugar. Kurt siguió la carrera de aquel hombre, tristemente usándolo como carnada, observándolo de lejos y esperando que la chica se manifestara de manera corporea para poder eliminarla. El hombre yacía en el suelo, rezando, asustado, llorando. Y Kurt le observaba desde las sombras, esperando que ella se presentara de una buena vez.

No tuvo que esperar mucho, pues pronto apareció aquel humo gris que al llegar ante el hombre tomó forma humana. Una joven de mediana estatura, complexión delgada y cabellos rubios y cortos se manifestó. El ángel observaba la escena, el hombre lloraba y gritaba sus ruegos de piedad. Quizá ya era hora de intervenir en esto.