Y aquí estoy cientos de años después (Kurt, libre)

Mis pasos sonaban sobre los oscuros adoquines como si el eco que produjeran al pisar las piedras que bajo mis zapatos se encontraban se viera más incrementado por los fantasmas del pasado que aún parecían rondar por aquel sitio. Y sí, aún seguían allí, plasmados en aquellas paredes que tan extrañas me parecían los recuerdos de aquella reunión que hacía más de un siglo había tenido lugar en ese mismo emplazamiento sobre el que ahora me encontraba. Un sitio que apenas si me era familiar, a pesar de conservarse nitidamente en mis recuerdos pertenecientes a mis primeros días de vida, por llamarlo de algún modo. Y es que la primera vez que paseé por aquellas calles no era más que una neófita enloquecida por la sed y que seguía con ceguera los pasos de su maestro.

Con un gesto desganado, me apoyé contra un muro, viendo las luces nocturnas reflejadas en las ventanas de los edificios. Debía de ser bastante tarde, tal vez las dos o las tres de la madrugada, aunque a mí eso me traía al pairo; deambular por las noches era algo que me agradaba mucho más que esa actividad a plena luz del día. Y es que a pesar de saber que ya me era posible resistir unas pocas horas de luz solar, aún no me sentía cómoda andando bajo sus rayos ardientes. Me daba la sensación de que en cualquier momento iba a caer reducida a cenizas, como siempre había escuchado que ocurría a los miembros de nuestra especie que no poseían la antiguedad suficiente.

Suspirando para mis adentros, olfateé el aire, como si en las corrientes invisibles esperase captar algún aroma que convirtiera aquella noche en algo más divertido que la habitual rutina que tenía casi todos los días. Me apetecería una buena cacería, marcar a un humano y hacerlo huír hasta que acabara agotado y se rindiera a mí... en los viejos tiempos, cuando aún creían en nosotros, era divertido, pero ahora pocos eran los que me reconocían como a una bebedora de sangre. Los tiempos modernos nos habían relegado a la categoría de simples mitos.

Olisqueé de nuevo, pues un aroma algo extraño había mordido mi nariz. Era algo que jamás había olfateado antes, y que desde luego no era humano. ¿Qué criatura rondaba entre las sombras de aquella oscura noche cuyo aroma tanto me inquietaba? Curiosa, me envaré, esperando a que aquella misteriosa criatura hiciera su aparición.

Repasé mentalmente todos los seres que alguna vez hubiera olfateado: humanos, licántropos... también recordaba el untuoso olor de algún que otro demonio cuando estuve en aquella reunión, un olor bastante peculiar ciertamente, así como a fuego o azufre. Olores que ya había catalogado durante mis días (o mejor dicho, mis noches) de existencia. Pero el que ahora apreciaba era desconocido, diferente, y un poco repulsivo a mi entender. Me sabía demasiado dulce en la lengua, como si hubiera comido de un tirón varias pastillas de sacarina; la dulzura llegaba a ser asqueante.

Arrugué el gesto con cierto disgusto, cuando de entre las sombras se apareció una figura que despedía aquel misterioso olor que me traía de cabeza. A simple vista parecía un humano, pero había algo en su mera presencia que señalaba justo lo contrario. Me daba la impresión de que si clavaba los colmillos en su cuello buscando sus venas, no encontraría sangre, o esta sería completamente anormal a cualquiera que ya hubiera catado

De haber sido más prudente, tal vez me hubiera marchado, hubiera intentado poner la máxima distancia posible entre aquel extraño y yo. ¿Y por qué? Pues porque sentía que su naturaleza era completamente diferente a la mía, como si hubiera sido creado de la antítesis de mi raza. Eso me ponía de los nervios, y hacía que toda yo me tensase, como cuando esperaba ser atacada. No creía que aquel tipo fuera a hacerme nada, al menos no de momento, puesto que acababa de saludarme como quien no quiere la cosa. Nunca venía mal un diálogo.

-¿Podría decirle lo mismo?-inquirí con una leve sonrisa, mientras le dedicaba una mirada que podría ser interpretada de muchas formas. No pensaba enzarzarme en una pelea, puesto que aquel ser no me había sido hostil de momento, y no creía que fuera a intentar arrebatarme mi futura caza-No son horas para vagar por la noche. Podría acabar teniendo un encontronazo de lo más desagradable.

OFF: perdón por eternizarme, pero he andado liadísima estas semanas con exámenes y demás.

ON:
Sus palabras me hicieron esbozar una mueca un tanto despectiva. Vaya, al parecer el señor "don trasnochador" tenía la lengua tan afilada como una navaja barbera. O eso me parecía, viendo como me espetaba las respuestas a los comentarios que previamente yo había dicho, lo cual me ponía de los nervios. Era una persona orgullosa y muy pagada de mí misma, demasiado como para permitir que cualquier criatura, fuera humana o no, me dijera las cosas de tal modo. Me sentí incluso tentada de lanzarme a su cuello y clavar los colmillos en él, no para alimentarme, sino para destruirle. Aunque había algo, no sabía bien el qué, que me hizo permanecer estática, como una escultura de alabastro.

Y era que no sabía con quien me las estaba viendo, no conocía su naturaleza, por lo que me costaba determinar la reacción que tendría si yo saltaba sobre él. Pero eso no era lo peor de todo, sino el hecho de que parecía que aquel tipo sí conocía la esencia de mi raza, o al menos eso dejo entrever, acusándome de mis cacerías. ¿Acaso buscarse el sustento era algo prohibido? Fuera de la raza que fuese, aquel tipo tenía que... alimentarse de algo, ¿no? Pues yo también.

Molesta por su comportamiento recién adoptado, rugí entre dientes, mientras que tensaba todo el cuero por si me decidía a atacarle. No era una buena idea, pero de momento más me valía estar preparada por si acaso era necesario llevar a cabo medidas más drásticas.
-¿Y qué pasa si no quiero?-le pregunté con frialdad. No iba a dejar mi cacería solo porque a un idiota noctámbulo se le cruzaran un par de cables. Mientras no le atacase, no creía que me fuera a hacer nada, aunque tal vez pudiera equivocarme.